Al sexto día desperté...
De repente me di cuenta de que cuando lo que me faltaba era el tiempo, tenía la absurda convicción de que con más solucionaría todo aquello que no veía que funcionaba en mi vida. Pero ahora que lo tengo, mi mente y mi cuerpo no responden como deberían.
En mi cabeza solo hay guerras entre pensamientos de miedo, angustia e incertidumbre, y recuerdos felices de otros tiempos, añoranzas y tristezas. Es una guerra que puede contra mi cuerpo y lo derriba cada mañana, haciendo que al atardecer acudan los refuerzos, llamados culpa y reproche para activar el modo emergencia y hacer que me levante de la trinchera que me he montado en el sofá.
Por unas pocas horas, vuelvo a activarme y corro a realizar lo básico que la mañana y medio día en la trinchera no me dejó hacer. Pero ya se me hace tarde para todo lo demás y se vuelve a parar mi cuerpo una vez más.
Así fue mi bucle infinito hasta hoy, día seis de confinamiento por salud mundial.
Hoy desperté en mi cama, en vez de en el sofá.
Hoy ya no tengo Netflix porque quien lo pagaba decidió que no lo haría más, como medida de contingencia para activar los cuerpos jóvenes aletargados en el universo de la ficción que casi pierden la movilidad, o eso dijo, pero a lo mejor no fue casualidad.
Me pregunto si su sexto sentido le advertía de mi autodestrucción y subconscientemente lo hizo para ayudarme a despertar, a cambiar de locación en mis horas de sueño y así tener un mejor despertar. Nadie nunca sabrá si fue coincidencia o una planeada casualidad.
Y aquí estoy, dándole vueltas a la realidad, ¿tengo que cambiar mi plan de futuro o debo blindarlo?.
Lo primero es completar las tareas, organizar mi territorio para poder trabajar a placer, después debo seguir construyendo la base que había comenzado hace meses para que sea cual sea la cúspide que acabe formando, tenga una solidez que aguante cualquier tempestad.
Pensándolo mejor, creo que no fue el Netflix y su deliberada partida... Creo que ha sido la magia de la conversación.
Hay dos personas muy especiales en mi vida, que más que enseñar me guían, y a mí me han iluminado el camino justo cuando más se oscurecía, cuando empezaba a pensar que me había equivocado de rumbo.
Esa tarde oscura del día cinco me di cuenta, mientras esperaba respuesta a un mensaje, y cría que quien no contestaba lo hacía porque quizá yo le fastidiaba y en realidad no me apreciaba como alguna vez decía, y me culpaba a mí misma por ser tan incordio. Pensé: yo tampoco había contestado a un mensaje de apoyo que me había regalado alguien, que bien podría tener mil problemas más que yo y sin embargo me daba un poco de su fuerza y compañía, en la distancia, pero con palabras de tal cercanía que parecían un abrazo fuerte entre amigas de toda la vida.
Allí me di cuenta, que si a mí me embargaba la oscura soledad y me hacía ver todo tan negro como para no responder, lo mismo le podría estar ocurriendo a el receptor de ese mensaje que no respondía.
Entonces contesté, decidí agradecer las palabras que ese abrazo cálido me ofrecía y como efecto dominó, se multiplicó la alegría. Me despertaron.
De un mensaje de una, surgió la conversación más inesperada con otra persona y de allí me abrí a comunicarme a más amistades, casi todas contestaron, y hasta la respuesta que esperaba desde la mañana llegó, incluso más positiva de lo que creía que podía llegar a ser.
Mientras conversaba con esa hada madrina, también hablaba con quien me sentía culpable de no hablar hacía poco, pues esperaba de alguna manera que mostrara innato interés, y resultó que no debía sentirme así en absoluto, pues de todas era la persona que a pesar de proveerme del Netflix hasta ese día, no pensaba en si yo me encontraba bien, de hecho seguía sumida en su "yoismo", tal y como, hace un tiempo, mi amiga científica y yo habíamos determinado que su carácter así le hacía, y cambiarle no se podía.
Allí me di cuenta de que todos podemos cambiar, de situación, de estado de ánimo, de carácter e incluso de personalidad, pero para ello debemos comprendernos, detectar lo que nos hacer ser o estar como estamos y querer, sobre todo querer, cambiarlo.
Comprendí más gráficamente que cuando enviamos buena energía, iniciamos un proceso de emoción que acaba rebotando en nosotros, recargándonos, incluso en mayor medida de la que en un principio nos salía.
Y otra revelación positiva...
Si nos ponemos en el lugar del otro, y empatizamos de manera positiva; menos malos entendidos, odio, rencores y discusiones que derivan en distanciamientos, habría...
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