Aún recuerdo la primera vez que te vi... recuerdo que no me gustabas, que no me fijé en ti, eran los ojos verdes de tu amigo los que me habían cautivado pero los tuyos me miraban a
mí.
Como si no pasara nada más al rededor, observabas mi sonrisa, te distraías con el movimiento de mi pelo, y te recreabas en la forma de mi cintura o en el tono que el verano había dejado en mi piel...
Aún me pregunto si fue en ese momento cuando decidiste entablar amistad conmigo, como excusa para acercarte a mí.
Si miro en retrospectiva entiendo todo el cortejo, y me doy cuenta de que fui yo quien cayó en tu red, esa que perfectamente tejiste para que sin darme cuenta pasara de observar en silencio a escuchar con más atención, a gustarme más compartir contigo a solas una noche estrellada, tumbada en tu regazo mirando al firmamento como si fuera un lienzo con puntos para dibujar.
Cuando reaccioné ya te echaba de menos, y no entendía porqué me gustaba más reír contigo a solas que bailar o charlar con nuestro pequeño y extraño grupo de desconocidos disfrazados de amigos, ahora lo entiendo.
Eras paz, eras armonía ... eras verdadera alegría en medio del caos de falsedad en el que yo vivía, pero que te había traído a mí.
Recuerdo pasar horas en tus brazos, recuerdo que nos gustaba tener de fondo el sonido del mar acompasado por nuestros latidos, con la letra de nuestro respirar.
No olvido tus labios cuando aquel día querías algo más... y me es imposible borrar tu mirada cuando me pediste entre lineas una oportunidad de amar.
Sin embargo la felicidad no duró, fue breve, más que la nieve al sol...
Los envidiosos y queridos amigos supieron de nuestro idilio y no les gustó la idea, pues las reinas del caos tenían otros planes, no era menester que ambos fuéramos felices y menos a solas. Habían planeado otra historia y el cuento se les iba de las manos si nuestros personajes no hacían lo que ellas tenían previsto.
Tu fuiste el primero en caer, o quizás fui yo y no lo supe ver, pues el entramado de las arpías era muy fino, más transparente y sutil que el hilo de los titiriteros...
Quizá lo primero en usar fueron los celos, pero yo diría que activaron dos planes de contingencia la vez. Te decían que yo buscaba un mecenas y que no había nada de amor en nuestro ser. A mi quisieron hacerme pensar que no podías ser bueno, que no podías ser mi compañero, pues no tenías todas tus capacidades naturales sanas y usaban tu historia familiar para argumentar sus mentiras, de haber funcionado esa primera estrategia habrían sido aun menos besos, menos caricias, menos miradas, y quizá jamás hubiésemos probado nuestra miel.
Las arpías no se rendían, contigo seguían la estrategia de mi desprestigio, pues parecía haber calado al menos para una duda, a fin de cuenta las novelas sobre orígenes similares al mío servían para ilustrar bien, pues ellas mismas eran un buen ejemplo, y no te dejaban ver que yo era la excepción.
Conmigo cambiaron de estrategia, pasaron a mostrarme una imagen más típica de ese tipo de ser que nunca me había gustado, se dieron cuenta de que yo no quería una historia con cualquier conquistador y que de hecho detestaba ese tipo de rufianes, pues los calaba bien a la primera, y fue entonces cuando te convirtieron en uno más.
Comenzó el espectáculo con intensiones de romper con todo lo bello que había entre nuestros sinceros encuentros.
Mientras la arpía silenciosa se acercaba a ti fingiendo sincera amistad y jugando al cortejo despistado a la vista de todos pero sobre todo a la mía, tu comenzabas a confiar en sus aparentes consejos más que en tus propios ojos, y luego se sumaron los plebeyos a la campaña para reforzar la estrategia de la arpía. No te dabas cuenta pero ya no me veías, sin embargo creías fielmente en que te ayudaban a escoger un mejor camino...
Era difícil ver como cambiaba día a día tu mirada, tu sonrisa, tus caricias ya nada era igual, y así caló en mí la inseguridad, me di cuenta de lo frágil que era nuestra conexión, comprendí tarde que te engañaban y de la otra arpía me creí todo cuando me decía que eras el rufián.
Tarde comprendí que todo era parte de un plan, pues ya habías dejado de escuchar mi voz, y por mucho que intenté avisarte del engaño, mis palabras para ti ya solo eran mentiras desesperadas de quien no quiere perder un negocio y dice lo que sea para lograr su bien.
Tal fue tu convicción que no dudaste en comenzar otra historia, o más bien en retomarla sin siquiera terminar de cerrar la nuestra.
Fueron muchos mensajes, fueron muchas las llamadas, y ahora comprendo que gasté saliva y lágrimas en vano pues ya nunca ibas a entender, para ti ya solo eran palabras, escuchabas por cortesía pero no atendías a lo que decían.
Así acabó todo, con un mal sabor de boca, un amargo y duro desenlace para una historia de cuento que jamás dejaron florecer.
Fueron cuatro meses de romance, y cuatro años de tortura.
Cuatro meses de magia, besos y ternura, quizás menos si descontamos los tiempos de la nefasta campaña que labraron las arpías.
Es curioso cómo una breve historia puede ser tan intensa que no pueda borrarse en el mismo tiempo que tardó en llegar a ser.
Me pregunto porqué calaron tan hondo tus miradas tiernas, y tus abrazos si a penas hubo tiempo de ser.
Quizá porque cuando somos presa de mentiras, y se nos cae la venda, vemos lo que podía ser y nos duele la impotencia de no poder enmendar nada del pasado, ver que no hay fórmula ni acción posible para remediar nada, o intentar todo y que solo sirva para enturbiar más la historia, para perderse más.
Es como cuando ves una película y observas todos los pasos erróneos que llevaran a mal término la historia pero no puedes hacer nada para cambiarla porque solo eres un mero espectador sin capacidad alguna de acción.
Pero las arpías tampoco lograron su cometido final, se entretuvieron tanto rompiendo nuestro cuento, que se olvidaron de quienes las observaban, sus objetivos, los reyes del castillo vieron claramente su forma de ser, pues el juego mal intencionado dejó a la vista cómo pensaban, lo capaces de cualquier cosa que podían llegar a ser, con tal de lograr su objetivo, y así, al final rompieron con su cuento también.
Terminaron aún más infelices, aún más solas y con las cuentas vacías, o en números rojos más bien.
Gran lección del karma me pareció ver.
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